martes, 10 de mayo de 2011

Crónica Black Lips (@Sala Heineken, Madrid)

Black Lips + Fuckin Bollocks
Sala Heineken, Madrid
8 de Mayo de 2011



La Sala Heineken se convirtió la noche del domingo en una genuina sede de enajenación etílica. Guitarras rellenas de zumo de cebada, indiferencia por la integridad propia y un estilo garagero sin trampas ni cartón describen perfectamente la velada. La pose profundamente ebria de los de Atlanta y su sonido cochambroso y apresurado, donde predomina la actitud por encima del cuidado de los detalles, subieron la adrenalina a los que asistieron al concierto. Estos factores junto a un público que participó en todo momento como parte del grupo dio como resultado una noche de locura.


La actuación de los barceloneses Fuckin' Boollocks sirvió de tentempié hasta que los Black Lips subieron a las tablas. Sin dar tiempo a que el respetable les mirase con lupa, por la posibilidad de que el agotamiento hubiese hecho mella en los integrantes de la banda; ya que no hay que olvidar que los dos días anteriores habían rodado en Barcelona y Santiago de Compostela; comenzaron a alentar con ademán a la juventud que invadía las primeras filas cercanas al escenario.



La 'ida de olla' que servía de estandarte en sus actuaciones parece haber llegado hasta los tuétanos de los parroquianos fanáticos de la formación estadounidense. Fue arrancar las primeras notas de Bad Kids a mitad de concierto y la masa se subió al escenario en tropón. A caras conocidas como Luis, Fran y Omar de Los Nastys se les vio cantar codo con codo con un entusiasmado Cole Alexander que acabó rompiendo un botellín en plena actuación.


Todos los miembros del conjunto berrearon en un aluvión de borrachera sin precedentes, desde Jared Swilley, que fue el que llevó la etiqueta de consecuente, hasta el majareta ilustrado de Iant Saint Pé, que terminó tocando tumbado en el suelo con su peculiar gorro de lana al más puro estilo Joe Pesci en 'Sólo en Casa'.


Hippie, Hippie, Horaah puso un poco de órden a la alocada velada con un entregadísimo Joe Bradley que no paró de tocar la batería con la pandereta en ningún solo compás del tema. Peor fue la interpretación de Time Of The Scab, posiblemente el mejor track de su segundo disco junto a Stranger (que no sonó el domingo), tanto por la distorsión de las guitarras como por la pésima acústica de la Sala Heineken.


Actuación para hacer tributo, donde no faltó garra ni gancho y que se cerró con una salvaje versión del Wild Man de los Tamrons. La apuesta de Black Lips por un espectáculo improvisado, sin prueba de ensayo ni nada parecido, es la bandera de sus directos que, a pesar del desfase, quedan tremendamente espontáneos. Lo del domingo fue un concierto en el que disfrutaron por igual público y banda. Está más que claro que el desparrame, los riffs y el alcohol hablan el mismo idioma.


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