La formación liderada por Anthony Gonzalez abarrotó la sala madrileña de La Riviera el fin de semana pasado. El público, hipermotivado, saltó más de lo que las melodías pregrabadas de los franceses quizás merecían. Al final, una hora justita de concierto al que parecieron faltarle unas cuantas revoluciones para llegar a cuajar. Y si no que se lo pregunten al saxofonista, a quién cortaron en pleno solo durante Midnight city.
Siempre sucede en estos casos. Alguna formación cae en gracia, la voz se corre, las entradas se agotan, se amplía aforo, las entradas se vuelven a agotar. El ciclo vital de un éxito asegurado, o al menos un éxito deseado. La ecuación volvió a cumplirse el sábado en la capital. Porque las matemáticas no fallan. En este caso, en el papel de grupo del momento teníamos a M83, creadores del último himno de la electrónica indie.
Como buenas estrellas, se hicieron esperar los quince minutos de rigor hasta que el ambiente estuvo en el punto exacto de ebullición. Justo cuando los silbidos y los gritos empezaban a crecer, empezó el espectáculo que nos tenían preparados. Acompañados de unos juegos de luces muy ochenteros y logrados, aparecieron el propio Gonzalez (en el centro, como director de orquesta) y la banda de acompañamiento.
Comenzaron de forma muy potente con Intro, corte inicial de su último y aclamado Hurry up, we are dreamming (Mute Records, 2011). Sin embargo, aunque la excitación de la gente crecía y crecía de modo inversamente proporcional al interés que mostraban los que estaban sobre el escenario, algo no terminaba de cuajar. Puede que el set no estuviese del todo enfocado a crear un concierto memorable (cerrar los bises con temas disco en vez de con tu último single quizás no sea la mejor forma de que te recuerden) o puede que, simplemente, la música de M83 no sea tan animada como la recordaba. Fuese lo que fuese, aquello subía y bajaba de intensidad constantemente. Sonaron Reunion o Wait, de su último trabajo, intercalando ritmos más o menos acelerados. El eclecticismo del repertorio tuvo también mucho que ver con la gran variedad de estilos que la banda ha ido investigando a lo largo de su década de vida. Teen Angst, por ejemplo, suena mucho más electrónica y menos sobreproducida que la famosa Midnight City, que por cierto, quedó un poco deslucida antes de los bises.
Por si la sensación de extrañeza fuese poca, nos quedó averiguar cuál era el papel del hombre que se escondía tras cinco portátiles en el lateral del escenario. Si se trataba del genio en la sombra o no es algo que solo Anthony Gonzalez y él conocen. Ahora bien, es cierto que los dedos de la teclista Morgan Kevy se movían poco sobre el órgano y que los golpes en la batería eléctrica de Jordan Lawlor tampoco cuadraban mucho con el sonido que emitían. Si son los nuevos Milli Vanilli o los herederos de Daft Punk (a los que han versionado recientemente) lo saben Anthony y el tipo de los Mac. Quizás más el segundo.
Pues no se cómo sería en Madrid, por lo que cuentas no se parece nada al de Barcelona. Yo estuve en el de Razzmatazz y se salieron mucho mucho...
ResponderEliminarpd: Edito que la música electrónica no es mi fuerte. Pero sorprenden mucho más en directo que en la escucha del disco.
un saludo!!