miércoles, 2 de febrero de 2011

FOLK YOU! O LA PESADILLA DE IMITAR

Primero hablemos del dresscode: para ellos camisa de cuadros, si queda ancha mejor, de esas de franela, bien gordas, imprescindible que sea vintage, que las del H&M son demasiado frágiles y se pierde ese olor a Polil que tanto gusta; una barba, si la edad y la genética te permiten ya cerrarte una, si no también valen cuatro pelos estilo Shaggy en la barbilla y unas ridículas patillas; bigote, claro, aspecto desaliñado y ropa ancha, para afrontar mejor los aprietos de la vida nada como ir suelto; fundamental tener la mirada triste, aunque con un vaguísimo gesto de esperanza en una vida mejor, más fácil, alejados del mundanal ruido y de la voracidad de la barbarie que es la vida moderna, que engulle sentimientos hermosos y acaba con la paz mental. Inevitable también una actitud positiva, siempre escondida tras un enorme halo de timidez. Y, por supuesto, una sonrisa, como de satisfacción plena por una buena cosecha de trigo. Y es que las cosas son diferentes en el campo, aquí en España, justo en el centro de Ohio (…)



Para ellas… vestidos vaporosos, pero recatados, como manda la tradición, el pelo recogido y la falda por las rodillas, para no distraer a los hombres de su trabajo en la granja y del cuidado de sus poblados bigotes, claro... Las caras lavadas y pálidas y el gesto de profunda melancolía, añorando tiempos mejores, aquella cosecha de 1935 que tanta alegría trajo a la comunidad… La mirada perdida, alejada de pensamientos impuros, y en el corazón… sólo hueco para el amor y la paz. La voz delicada y dulce, por qué estropear la armonía de la naturaleza con ruidos insanos que la perturben. Zapatos planos y algún otro colorido y/o floreado complemento que alegre aun más (si cabe!) esta preciosista e íntima realidad…

Vamos… algo que hace no tantos años cualquiera hubiera denominado, sin miedo a equivocarse: una pandilla de jipis. O el resultado de cruzar un perroflauta granadino (un duende de parque que diría aquel…) con una amish.

El siguiente factor en importancia, que aunque debería ser el primero, no hay nada tan importante en esto como tener un buen estilismo, sería la parte instrumental. Están prohibidos los instrumentos alienantes que nos alejan de aquello que es natural, aquello que la madre tierra nos susurra al oído. Así que, armados con toda nuestra melancolía, con la vaga esperanza y con el recato en todo lo alto, es básico equiparse con pequeños instrumentos, bien sean juguetes (o simplemente lo parezcan), bien sean de fabricación propia producto de una extraordinaria habilidad artesana o bien sean artilugios que se encuentren en la granja que estén previamente destinados a otros usos. El ‘conjunto’ de folk que se precie ha de saber reconvertir sierras, hachas, azadones y lo que haga falta en un instrumento que pueda ser tocado como si la misma fuente de la vida estuviese fluyendo por sus entrañas. Porque, ay! esa profunda espiritualidad de las pequeñas cosas es lo que nos hace estar más cerca de aquello que se anhela (y que nadie alcanza a definir, claro, que qué sería del gesto lánguido si eso ocurriera…)

Y las campanas. Por supuesto. Las jodidas campanas y los xilófonos, para terminar de crear ese ambiente etéreo, de comunión con el universo, esa magnífica conexión cósmica que, se supone, debe significar el fin de la tristeza que se resiste a desaparecer.

Me aburro.

Y me descojono. Me descojono porque me encanta imaginar la misma situación, pero a la inversa, desde el otro lado del océano, en Preston por ejemplo, en lo más profundo del estado de Missouri; me imagino a unos chavales, no se… llamémosles Jack, Frankie, Richard y Eleanor, una tarde sentados en el porche de su casa, dejando de lado el banjo del tío Joe y jugando con una guitarra española; se imaginan a la rosada, rubia y jamona Eleanor, clavando sus ojos azules en el infinito mientras toca unas castañuelas? Vestida de faralaes, a topos azules la cola, peineta y lunar facial? Y después, cansada del zapateado sentándose a beber un tinto con casera mientras prfundiza mentalmente en el arte de su quejío? O mejor aun, Richard, pelirrojo intenso, descendiente de escoceses emigrados, con fajín y sombrero cordobés, sentado sobre un cajón flamenco, que, sin duda le aporta más que ser un simple palmero… Mientras Jack comenta a un entrevistador del periódico de Preston, llamémoslo The Daily Preston por ejemplo, explicándole que sus zapatos de tacón no son femeninos, sino que forman parte de una homenaje personal al Cabrero, figura insigne del cante jondo ibérico. No se por qué no intuyo ni el más mínimo gesto de admiración en la cara de ese periodista, no como aquí. Más bien imagino una mirada a la cámara de incredulidad buscando la compasión del espectador. El grupo de Preston (Missouri) se podría llamar por ejemplo: ‘Illo, esto está de arte’ y sin duda en la televisión española serían carne de programas de zapping, pero como somos tan jodidamente garrulos, eso que en un grupo del mismo Missouri nos parecería una aberración, si sucede al contrario, como sucede cada vez más en nuestros barbudos y franeleros grupos, nos parece encantador, lleno de espíritu, pleno de alma y además nos resulta elegante, cool y original.



Y se podría replicar que entonces que pasa con el indie o el rock, que si cada uno sólo puede hacer música de su zona geográfica, en cuyo caso habría que explicar que puede que cuando una banda hace britpop siendo de Albacete, por poner un ejemplo, lo normal es que el resultado sea por lo menos raro, pero el rock es otra historia, y es una historia con otro tipo de fronteras, más amplias, más leves, pero eso, como digo, es otra historia. El folk es patrimonio de cada pais, pueblo, o región, intentar colarse en las costumbres profundas de un pueblo que tienes a unos seis mil kilómetros a mi al menos me provoca la misma sensación que cuando Gente saca el clásico reportaje de una academia de flamenco en Tokyo.

Pues eso… que besos rusos, a todo el mundo.


Le Punk Bourgeois.
http://lepunkbourgeois.wordpress.com/

2 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo, aunque tengo mis dudas sobre cómo, basándonos en los argumentos que expones, un brit español no puede meterse en el mismo saco que los folkies, o un spanish mod, un rockabilly, un tío con estética country, etc.
    ¿dónde está el matiz? porque lo de "es que el rock es distinto"... no me convence.
    un saludo,
    E

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  2. Pues mira, si quieres me meto con ello para el siguiente, porque en un comentario no me va a dar para explicarme adecuadamente. Permanece atento a Indiecalling! Y gracias por leertelo!

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