M.I.A. hace escala en Madrid y deja callados a todos aquellos que decían que su último trabajo, MAYA (N.E.E.T. Recordings, 2010) no estaba a la altura (servidora incluida).
La de Sri Lanka saltó al escenario de La Riviera, literalmente a eso de las nueve de la noche. Justo antes, la DJ se dedicó durante casi media hora a animar a las dos mil personas que iban llenando la sala el ambiente estaba tenso y apenas se podía ver ni oír nada entre tanto humo y tanto ruido. Sin embargo, tan pronto como sonaron los primeros compases de World Town supimos que no era una noche para experimentos, M.I.A. apostaba a caballo ganador y prefería saltar y hacer saltar a ritmo de sus clásicos. La gente se sentía motivada y solo hizo falta un poco para provocar la avalancha.
Nada más llegar, se subió a las vallas, se lanzó al público y se dejó zarandear y llegó, atravesando la masa de gente, al otro lado del local. Encima de la barra se quitó la capucha y pidió un Tekilla mientras se colgaba de las palmeras. Así se sucedieron Bucky Done Gun, Boyz, Galang y otros grandes temas, sin pararse demasiado en los nuevos, apoyados por un par de bailarines y una buena ración de proyecciones de esas que dañan a la vista.
Hacia la mitad del show, bajó el ritmo, escaló a una torre de sonido y dedicó la actuación a wikileaks (por si se nos olvidaba que ella no es todo caja de ritmos y tiene también mensaje, cosas del world music). Y desde las alturas nos regaló una inspirada XR2.
Desde luego que no fue un concierto para grandes lucimientos. El sonido no era el mejor y la voz le falló a causa del esfuerzo (de ahí que muchos criticasen que lleve pistas pregrabadas). Que M.I.A. no es una gran cantante, ni lo pretende, es sabido, pero ella prefiere la efectividad. Da el micrófono al público y les pide ayuda cuando canta Sunshowers sin acompañamiento musical si ve que le falta el aire.
La única pega de la noche fue la falta de complicidad con la DJ. Es una pena, ya que llevaba el peso del show, la batería justificó su sueldo durante los tres minutos de Born Free. Cuando el público coreó los títulos de sus temas favoritos, ella acabó por pinchar URAQT o 10 Dollar, que están lejos de ser las mejores opciones para poner punto y final a un concierto. Lo bueno es que con Paper Planes se lo perdonamos, incluso aunque no sonasen XXXO, Bird Flu o Jimmy.
Y es que verla en persona es algo que no se olvida fácilmente, aunque solo sea porque las agujetas te recuerdan por la mañana los botes que pegaste la noche anterior.
FOTOGRAFÍA: Davit Ruiz
Me gusta el ritmo de la crónica. Es rápido, como un concierto, ;)
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