El pasado sábado la delegación gallega se
dejó caer por un evento organizado por Jägermeister en la sala Le Club (A
Coruña). Bajo el nombre de Jägermusic Live Shot, pudimos disfrutar de dos
prometedoras bandas gallegas: los coruñeses Fagot y Popota y los vigueses
Colectivo Oruga, con la guinda final (y entre concierto y concierto) de los
dj's de República Disco Apocalipso. Un cartel más que apetecible para una noche
de fin de semana.
Abrieron la velada Fagot y Popota, grupo del que ya escribimos hace un par de
meses sobre lo que fue su debut sobre los escenarios. Con un setlist reducido, los coruñeses demostraron que continúan en
progresión ascendente tras la mini-gira de conciertos que han hecho por la
geografía española, tocando en Madrid y Zaragoza en las últimas semanas.
Pero el cabeza de cartel en esta ocasión eran Colectivo Oruga.
El trío de vigueses presentaba su segundo álbum, Paraíso Caníbal, en el que se
han pasado al castellano, y que se puede considerar una continuación
inmejorable a su LP de debut Too Many Knobs. El público estaba entregado desde
la entrada de los componentes en el escenario, había algo en el ambiente que
decía que se iba a bailar, y así fue.
A los orugos se les da de fábula
combinar la electrónica y los sonidos sintéticos con guitarrazos salvajes y una
atronadora batería. Una fórmula manida pero que no deja de dar buenos y
diversos resultados, y que nos llevan a pensar en posibles influencias como Cut
Copy, Chromeo o Metronomy, salvando todas las distancias posibles.
Hubo algunos problemas de sonido que Iago, el cantante, intentaba subsanar
entre canción y canción junto con el técnico de la sala (lo cual demuestra el
ansia de perfección de la banda). Aún así, todo parecía que estaba donde tenía
que estar: la energía del grupo, un público entregado y un buen puñado de
trallazos.
Entre concierto y concierto, y también como fin de fiesta, los integrantes de República Disco Apocalipso se encargaron de amenizar la sala para que
el buen rollo no decayese, así como los chicos de Jägermeister, que con sus
chupitos nos hacían a todos un poco más felices.
Crónica de Raquel VM y Saúl Muíños
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